Había una vez un joven que fue a aprender kung fu a China
Llevaba diez años estudiando y nada que aprendía. Y decidió hablar con su maestro, un viejo como de cien años de esos que enseñan artes marciales.
Al maestro le dijo:
- Estoy cansado de esto. Practico y practico y no puedo dar ni una patada. Me voy.
El maestro lo miró dulcemente a los ojos, y con voz suave, paternal y misteriosa, le dijo:
- ¿Has visto a las gaviotas cuando vuelan a favor del viento?
Y el aprendiz respondió:
- Sí, maestro.
- ¿Y has visto como los hipopótamos se revuelcan en el fango?
Y el aprendiz respondió:
- Sí, maestro.
- ¿Y has visto como los ocelotes abren sus ojos a la luz?
Y el aprendiz respondió:
- Sí, maestro.
- ¿Ves? Por estar viendo esas pendejadas no aprendes un carajo…
Al maestro le dijo:
- Estoy cansado de esto. Practico y practico y no puedo dar ni una patada. Me voy.
El maestro lo miró dulcemente a los ojos, y con voz suave, paternal y misteriosa, le dijo:
- ¿Has visto a las gaviotas cuando vuelan a favor del viento?
Y el aprendiz respondió:
- Sí, maestro.
- ¿Y has visto como los hipopótamos se revuelcan en el fango?
Y el aprendiz respondió:
- Sí, maestro.
- ¿Y has visto como los ocelotes abren sus ojos a la luz?
Y el aprendiz respondió:
- Sí, maestro.
- ¿Ves? Por estar viendo esas pendejadas no aprendes un carajo…
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